Clive Crook

Un desastre de deuda tras una pelea presupuestaria cómica

El mundo mejor comience a poner atención a la incapacidad de gobernar de EEUU. El ánimo prevaleciente sobre esto ha sido extrañamente complaciente.

Por: Clive Crook | Publicado: Martes 12 de abril de 2011 a las 05:00 hrs.
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El mundo mejor comience a poner atención a la incapacidad de gobernar de EEUU. El ánimo prevaleciente sobre esto ha sido extrañamente complaciente. ¿Han pasado seis meses del año fiscal y recién ahora un presupuesto desfasado? ¿El gobierno al borde de un cierre por desacuerdos triviales? Absurdo, uno piensa, pero así es Washington. Haga como la mayoría de los estadounidenses y mire la pantomima con despreocupación. Al final, de puro agotamiento, los actores hacen tratos y negocios como siempre.



Así resultó la farsa del cierre. El parlamento y sus simpatizantes siguieron la pugna ávidamente. Los noticieros mostraron relojes contando horas y minutos restantes para que los “servicios innecesarios” fueran suspendidos. Las conversaciones entre el Congreso y la Casa Blanca fueron cubiertas como si un ataque nuclear fuera inminente. En menos de una hora, se hizo un trato que nadie entendió.

El presidente se paró ante las cámaras: “Estadounidenses de distintas creencias se unieron nuevamente”, dijo, como si esperara aplausos. Algunos se rieron; la mayoría bostezó.

La pelea por el cierre fue una molestia y una prueba de la imprudencia de Washington, pero poco más que ventaja política estaba en juego. Más que nada, fue teatro. Pero una verdadera crisis fiscal se aproxima. La batalla por el techo de la deuda, que sigue en el programa, aumenta la posibilidad teórica de un default de gobierno. Más allá de eso, la deuda pública sigue subiendo. La actual disfunción muestra lo duro que será detenerla.

Recuerde que el presupuesto de Barack Obama en febrero no logró abordar esto. El presidente prevé amplios déficit mucho después de que la economía retorne al pleno empleo, y un ratio indefinidamente creciente de deuda pública respecto del Producto Interno Bruto. Algo pasa cuando la Casa Blanca hace una política oficial del eventual colapso fiscal. Eso es nuevo incluso en Washington.

La semana pasada el nuevo liderazgo republicano en la Cámara de Representantes reveló su propia propuesta fiscal para 2012 y después. Armada por Paul Ryan, presidente del Comité Presupuestario de la Cámara, y una figura el alza del partido, al menos apunta a bajar el déficit y la deuda. Más aún, el plan se atreve a confrontar el gasto por derecho. Propone reformas fundamentales para Medicare, que da seguros de salud a los adultos mayores, y Medicaid, que hace lo mismo para los pobres. El presidente evitó el tema. Ryan lo enfrenta directamente.

Desafortunadamente, el plan de los republicanos no es bueno. En primer lugar, no ofrece ninguna base para un compromiso con los demócratas. La paradoja de la política estadounidense es que el sistema, con todos sus equilibrios de poderes, insiste en el compromiso, sin importar si sus practicantes -ahora más que nunca- ven el compromiso como un fracaso. Cada estadounidense reverencia a la constitución; cada político y activista político rehuye el resultado que debería entregar.

Los crecientes costos de Medicare son el componente crucial en el gasto público a largo plazo. Ryan tiene razón en eso. Él apunta a reducir su alza entregándole a los beneficiarios de Medicare un voucher para seguro de salud, cuyo valor sería indexado a la inflación. En el tiempo, esto ahorra billones en gasto público porque durante décadas los costos de salud han crecido mucho más rápido que la inflación. Pero poner techo al voucher no reduce el alza de los costos de salud. Ni lo hace nada más en el plan de Paul Ryan. A medida que el valor en dólares de los voucher de salud decline, la presión por subirlos sería irresistible. Tan pronto como la política empiece a morder, sería desechada.

La reforma de la salud de Obama ha sido justamente criticada por prestarle muy poca atención a controlar los costos. El plan de Ryan, que repele la ley de reforma a la salud negándole financiamiento, es aún peor. En lugar de parar el alza de costos de Medicare, los traspasa del sector público a los jubilados y llama a eso una solución. Aún si su presupuesto es adoptado, que no será así, fallaría.

Olvide la disputa cómica sobre el año fiscal 2011. Lo que cuenta es el panorama fiscal de largo plazo. No es divertido y la solución al problema no está en ningún lugar a la vista.

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